El Milagro del Cristo del Humilladero y las campanas de Malanquilla.

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Eran los inicios de los años 50 cuando Malanquilla subsistía de la autosuficiencia de sus campos. Una larga sequía amenazaba los cultivos y tenía en alerta a la población.

 

Como desde tiempos inmemoriales y siempre que esto ocurría, el pueblo de Malanquilla sacó en procesión a su Santísimo Cristo del Humilladero, para rogarle que trajera las lluvias y el agua que necesitaban sus campos. 

 

Lo vivido ese día aún está en la memoria de los más mayores y, es que, durante la procesión, empezó a llover. 

 

Por aquel entonces, en el campanario de la iglesia ya estaban colocadas las 2 grandes campanas y los 2 campanillos como se observan en la actualidad. Ya se disponía de algún rudimentario mecanismo para tocar el badajo de las campanas desde las escaleras del campanario, aunque para voltear las campanas había que hacerlo a mano desde lo alto de la torre. 

 

Las campanas grandes se hacían tocar para anunciar las misas, y los campanillos para otros avisos oportunos: Bajada al Cristo, alarma de Incendio, toque de muerto, … 

 

Todos los vecinos conocían cada toque y sabían cómo reaccionar ante cualquier alarma. 

 

Ese día, el Milagro no iba a quedar simplemente como el día en el que por fin llovió. 

 

Fermín, Nicasio, Celso, Bienvenido, Adón y Bernardino entre otros, formaban una cuadrilla de chavales de entre de 10 y 15 años, que ejercían de monaguillos y se encargaban de preparar las misas y bandear las campanas. 

 

También había otros chavales como León que, aunque no hacían de monaguillos, de vez en cuando colaboraban en las labores de la iglesia y participaban ayudando a voltear las campanas. 

 

En esa época, la Iglesia era regentada por el padre Moisés y el sacristán Rufino. Ambos eran hijos del pueblo y parientes de muchos malanquillanos.

 

Ellos no subían a tocar las campanas. El sacristán Rufino tocaba el órgano de la Iglesia porque entonces, en la Iglesia de Malanquilla, había un órgano. 

 

Esos chiquillos, ahora personas mayores, entrañables y muy queridas, con las que nos cruzamos habitualmente por Malanquilla, recuerdan que ese día empezó a diluviar. Cuentan que pocas veces se había visto llover así en Malanquilla. 

 

Tal fue la euforia y alegría que se vivió ese día en Malanquilla, que subieron rápidamente al campanario para bandear fuertemente las campanas y transmitir esa alegría entre los vecinos. 

 

El padre Moisés, el sacerdote por aquel entonces, tenía la Campana que da a la plaza precintada. Había prohibido tocarla, por su mal estado y deterioro. Pero el pueblo reclamó que se saltaran las normas de seguridad que impuso el cura, para tocar fuertemente todas las campanas. 

 

Aquellos niños, aún recuerdan y explican cómo crujía el yugo de la campana. Pero era tal la alegría que se transmitía entre los vecinos de la plaza, y los niños que bandeaban las campanas, que estuvieron tocando durante varias horas sin cesar. 

 

Siguieron tocando y tocando, hasta que al final el yugo se partió y la campana se desprendió, con la suerte que cayó hacia el interior del campanario con el yugo apoyado en el borde de la ventana que da a la plaza. 

 

El ruido fue estruendoso. Por suerte aquellos niños no sufrieron ningún daño. Y todos los malanquillanos, desde la plaza, donde llovía a mares gritaban, “MILAGRO”, “MILAGRO”. 

 

Al cabo de unos días, Mateo, uno de los carpinteros que vivían en Malanquilla, porque por aquel entonces en Malanquilla también había varias carpinterías, restauró el yugo, y volvió a colocar la campana para que pudiera ser volteada. 

 

Posteriormente, con el paso de los años, a las campanas se les fueron colocando mecanismos mediante cuerdas, para poder tocarlas desde las escaleras que suben al campanario. 

 

Y actualmente ya disponen del sistema mecánico y programado, que las hace girar y tocar en cada acontecimiento con total seguridad. 

 

Muchísimas gracias a León, Adón, Bernardino, Ernesto, Casimiro, y todos los malanquillanos que habéis ayudado a poder documentar y recordar este día. Y al resto de malanquillanos que, aunque no lo recordaban o no tenían datos que aportar, animan y motivan a poder seguir contando y recordando estas vivencias de la historia de Malanquilla. 

 

Seguro que en este texto existen muchas erratas, y posiblemente falten datos, o exista algún error. Pero recuerdo que la Malanquipedia la hacemos entre todos, y este texto queda abierto para poder ir completando, modificando y actualizándolo entre todos, para que quede en el recuerdo y estas experiencias de la historia de Malanquilla no queden en el olvido. 

 

Así que, ¿Algo más que aportar? 

¿Qué os ha parecido? 

 

COMENTARIOS RECIBIDOS:

  1. Buena aportación de esos hombres que gracias a Dios viven para dar a conocer sus vivencias.

  2. Gracias a los que hacéis este trabajo que relata hechos dignos de ser recordados.

  1. Me ha gustado mucho imaginarme esa alegría colectiva de los habitantes de Malanquilla cuando lo que estaba en juego era el alimento de sus hijos.
    Gracias a todos los que lo hacéis posible!!

  1. Mi recuerdo de niña de 4 años sigue siendo sublime.

    De aquel día y los 9 siguientes que el Cristo estuvo en la Iglesia.

    Era un día «jasco» pero antes de colocar la Cruz en la peana a la entrada de la Ermita, cambió el viento empezando a salir nubarrones por la Virgen de la Sierra.

    La procesión discurrió por la Portaza pasando por un gran arco de ramas de chopo y flores hacia el Mazacote. Antes de llegar a la Iglesia hubo que correr pues empezó el aguacero.

    La euforia fue colectiva, unos lloraban, otros gritaban vivas al Cristo.

    Un recuerdo para mientras viva que agradezco a la Corporación haberlo evocado y conocimiento de los que no lo vivieron.

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